sábado, 20 de septiembre de 2008

Manuela en Revista Gente (2004)

"Ya no soy ninguna Chiquitita"

Fue una de las huérfanas del programa de Cris Morena. Sin embargo, un día decidió bajarse del éxito para "disfrutar la adolescencia" y terminar la secundaria. Hoy, a los 20, volvió a la carga: no sólo actúa en Culpable de este amor, sino que el 14 de octubre llega al cine en la película Palermo Hollywood, donde se anima a un desnudo.





Obvio, todavía me llaman Chufa", rezonga de mentira, porque en realidad nada le preocupa menos que el viejo apodo. "Empecé en marzo de 1996 y me fui en marzo de 1997. Fue una etapa intensa, imborrable", simplifica. "Que tele. Que teatro. Que revista. Menos en la sopa, estábamos por cualquier lado", cae en la cuenta mientras sus ojos castaños suben y bajan como un subi-baja. "Era insólito. Cuando aparecía en una fiesta, todos los chicos querían sacarme a bailar. La vergüenza solía convertirme en tomate humano", reitera María Manuela Pérez Bosch, el nombre real de quien dentro de unas líneas comentará su nombre artístico y quien, apostamos, si ahora apareciera en una fiesta, todos los chicos y no tan chicos- seguirían queriendo sacarla a bailar. "¿Vos creééés?", pregunta con, digamos, cierta ingenuidad inquietante.

-Lógico, y sin contar los puntos que sumará a partir del jueves 14 de octubre, cuando tales chicos puedan apreciarla en Palermo Hollywood, donde pone el cuerpo -desnudo- al servicio de una escena que haría temblar a las Chiquititas… y a los grandecitos.
-Es que ya no soy ninguna Chiquitita. Soy una grandecita de 20.

-Una grandecita que querrá seguir los pasos de ex Chiquititas como Luisana Lopilato, Agustina Cherri y Camila Bordonaba.
-No. Una grandecita que quiere seguir los pasos de su madre.

Habla de Graciela Pal (57), actriz de raza. "Me consiguió empleo a los ocho meses -detalla Manu, sonriendo-. Pobre, no quería dejarme en casa. Le pidió al autor que embarazara a su personaje, y así pasé a formar parte del elenco de Coraje mamá. A partir de ahí, participé en Alta comedia y La hermana mayor; estudié Expresión corporal y Teatro en mi Escuela Santa Rosa, en la del centro, y en la de Caballito; y me aleccionó Hugo Midón. Admiro tanto a mi vieja que decidí ponerme Manuela Pal apenas entré a Chiquititas", explica así su nombre artístico. "Mamá no me acompañó a ninguna de las cinco pruebas que superé. Necesitaba evitar el término 'acomodada'. Conseguí el papel y, con orgullo, me rebauticé", asegura ella, oriunda de Belgrano, que considera haber tomado, doce meses luego, la decisión de su vida. "Era mi vocación. Pero cuando terminé mi temporada en el programa, a los 12, resolví bajar cuatro cambios, dejar el psicólogo, suspender la carrera, finalizar el colegio y disfrutar mi adolescencia. Tanto que el día que me llamaron de Trillizos, dijo la partera en 1999, le pedí a mi mamá que dejara de mencionarme las propuestas que llegaran", confía.

-Terminó la secundaria, retomó los castings, regresó a la pantalla chica durante 2003 con Malandras, Son amores y Costumbres argentinas y exhibiendo el musical Elliot Ness y, pum para arriba, de repente la convocan para hacer de Luciana, la integrante de una secta, en Culpable de este amor, y para hacer de Julieta, la rolinga liberal de Palermo Hollywood. Ahora, ¿qué tendrá Manuela?
-Qué sé yo. Primero, por favor, aclará que aunque mi mamá trabaja en Culpable..., no entré a través de Gracielita Pal. Y después, lo de Palermo... No sé si se va a repetir un milagro similar.

-¿El milagro de protagonizar una fábula porteña cargada de actualidad y acción, rodeada de espaldarazos inusuales: la dirección de Eduardo Pinto, la inversión de Patagonik Film Group y TJM, y la distribución de Warner Bros.? ¿O el milagro de volver a lucirse ligera de prendas?

-Ambas. Jamás se me irá de la cabeza la toma 48, la del desnudo. No dormí aquella noche previa a rodar sin ropa. Salí blanquita, blanquita. ¡Ni cama solar tomé!

"Tampoco puede retarme mi vieja. Hay una antigua peli suya en la que pela un topless de coté", dice mientras busca defensa, en su 1,63 metro, 52 kilos y "un cachito menos de 90 arriba, y un cachito más de 60, en el medio, y de 90, abajo", que huele a 212 de Carolina Herrera, adora a su padre Mario -57, trabaja en una empresa de seguros-, a River Plate y a Pablito Aimar, comer pescado, tomar Coca Cola light y cerveza, y bailar.

La morocha -sin hermanos- vive en un tercer piso capitalino junto a su madre y su segundo marido -Eduardo Inchausti, 57, contador-, colecciona monedas de un centavo, uy uy uy, anda sola y solita. "A los 14 me puse de novia. Rompimos. Surgió otro muchachito y ocho meses atrás, cortamos", remata. Y fin de la nota. Después, se detiene en el quiosco a ver las tapas de las revistas, sin imaginar que en una semana, un mes, un año, será ella quizá la que estará colgada de los broches. Quién sabe.


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